Como ocurre con la mayoría de las plantas, cada parte de la borraja
alberga distintos nutrientes y elementos químicos que producen diferentes
efectos en nuestro organismo, la mayoría de ellos conocidos desde antiguo.
Así, el “vino rojo de hierbas” con que los ingleses combatían la
melancolía y toda la sintomatología que ahora agrupamos bajo el término “estrés”
no era otra cosa que una maceración de flores de borraja en vino tinto,
mientras con las hojas frescas -que también pueden tomarse en
ensalada- machacadas
preparaban cataplasmas para aliviar contusiones y magulladuras e incluso para
ayudar a regenerar la piel quemada.
Con la infusión de flores -que se guardaban secas tras
recogerlas durante la floración-, atacaban el herpes, bajaban la
fiebre, disolvían los cálculos de la vesícula biliar y aceleraban la crisis del
sarampión, y conocían que el consumo regular de borraja cocida desintoxica la
sangre, facilita el funcionamiento de los riñones, suaviza y protege la piel, así como solían utilizar hojas, escaldadas en agua hirviendo, tópicamente a modo de emplastos, por sus virtudes antiinflamatorias y balsámicas para cicatrizar llagas y heridas y para calmar las pieles irritadas.
Ahora también sabemos que la borraja es muy rica en fibra y mucílagos,
de ahí sus efectos como suave laxante y con propiedades antitusígenas y antiinflamatorias, por lo que son utilizadas en
la composición de los jarabes pectorales.
Además, nos aporta
minerales y oligoelementos imprescindibles para nuestro bienestar, como
*
Calcio, que participa en la estructura ósea y regula
la coagulación sanguínea, las contracciones musculares, la trasmisión de los
impulsos nerviosos y el ritmo cardiaco.
*
Hierro, para llevar el oxígeno a las células
*
Nitrato de potasio, que le confiere actividad
diurética, depurativa, sudorífica y tónica cardíaca
*
Magnesio, imprescindible para el equilibrio
nervioso y que evita el deterioro celular que conlleva la vejez.
*
Cobalto, que constituye el centro de la molécula de vitamina B12,
necesaria para la división celular y la formación de hemoglobina
*
Fósforo, fundamental en el metabolismo de los hidratos de carbono.
*
Silicio, que ayuda a fijar el
calcio en los huesos.
Y también contienen
flavonoides como:
*
Quercetol, efectivo en el tratamiento y prevención de
enfermedades cerebro-vasculares así como la obesidad o el cáncer y muy útil
para la prevención de ataques alérgicos y asmáticos.
*
Kaempferol, eficaz antidepresivo.
Además de antocianosidos
-que ayudan en la
formación y fortalecimiento de los capilares y en la mejora de la circulación
en todas las zonas del cuerpo e inhiben la coagulación de la sangre-, alcaloides como la alantoína –que acelera
la cicatrización natural-, resinas –protectoras de las paredes del estómago- y prostangladinas –reguladoras de diversas
funciones, como la presión sanguínea, la
coagulación de la sangre, la respuesta inflamatoria alérgica y la actividad del
aparato digestivo- y ácidos grasos -como el oleico, el gammalinoleico, linolénico y palmítico-, muy
utilizados para combatir los trastornos hormonales (menstruales, dismenorreas, menopáusicos) y atenuar
la esclerosis múltiple y la artritis reumatoide, equilibrar los niveles de colesterol
y estimular el metabolismo y las defensas del organismo.
Y que por su contenido en colina -elemento que forma parte del
complejo de la vitamina B, imprescindible en el metabolismo de las grasas y
responsable del buen funcionamiento celular- su consumo está especialmente
indicado para aquellas personas que padecen disfunciones renales, son
hipertensas o tienen un elevado nivel de
ácido úrico en sangre.
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