martes, 12 de febrero de 2013

¿AYUNO PENITENCIAL U OPERACIÓN BIKINI?


En este mes de febrero también se inicia un período de 40 ó 46 días –su duración varía entre las distintas Iglesias que reverencian la figura de Cristo, según dependan de la iglesia de occidente o de oriente– previos al primer domingo posterior a la primera luna llena de primavera –cuando se conmemora la resurrección del dios encarnado–, a partir del siglo IV de nuestra era se institucionalizó en todo el ámbito de influencia de la Roma imperial un período de restricciones alimentarias, ya reglado en las antiguas religiones euroasiáticas y  que con el transcurso del tiempo ha ido evolucionando de acuerdo con los cambios experimentados en la sociedad.

Acompañada de una obligación de ayunar (no ingerir alimento sólido sino a ciertas  horas e incluso líquido en algunas épocas del medioevo) la prescriptiva abstinencia de los alimentos de origen animal –cuando en las granjas, prados, bosques y ríos aún no habían nacido sus nuevos inquilinos y las mareas vivas predominaban en las aguas marinas–, con la higiénica costumbre del ayuno –para purificar el organismo del exceso de grasas acumuladas durante los fríos invernales– y el encomendarse a las fuerzas sobrenaturales con oración y ritos penitenciales para propiciar la fecundidad de la naturaleza previas al inicio del próximo ciclo solar, ya era una práctica habitual en las culturas primigenias, y en las comunidades cristianas primitivas también estaba vetado durante dicho período el consumo de lácteos (pues la leche de las reses estaba destinada a criar a sus crías) y de huevos.

Y precisamente en el exceso de huevos acumulados durante ese tiempo y sabiamente conservados, envueltos en paja mezclada con nieve, entre cereales o en tierra (como en China), tanto crudos como cocidos –e incluso caramelizados y/o escabechados–, esté el origen de numerosas preparaciones con que se continúa celebrando la coincidencia de la llegada de la primavera en el calendario solar y lunar.

Parece ser que la afición de un papa, León III*  –y los consejos de su galeno para paliar cierta dolencia–, por los huevos de ave batidos y cuajados al calor en recipiente engrasado, provocó el levantamiento de la prohibición en el orbe católico, y si durante el medioevo llegó a ser tema de relevante importancia en varios concilios en qué categoría se debían incluir los reptiles –como las ranas, los lagartos y las tortugas– y los gasterópodos –es decir, los caracoles–, en función de los intereses más o menos personales de los príncipes de la Iglesia, fue ante la debilidad generalizada de la población por la prolongada abstención de la ingesta de grasas en Centroeuropa durante las campañas bélicas cuando desde el Vaticano se aceptó el consumo de quesos y de mantequilla para cocinar, como sustituto de las grasas animales, durante la Cuaresma.

Posteriormente, llegaron las bulas, que mediante un estipendio permitía comprar el derecho a suavizar notablemente la dieta de reyes y nobles, comerciantes y oficiales de los ejércitos, privilegio pronto extendido a las tropas y a los marineros embarcados en largas travesías y a los habitantes de ciertos países, destacados aliados del Estado pontificio en el trascurso de la historia, como es el caso de España y los territorios que en otro tiempo estuvieron bajo su Corona.

Y, al igual que ha ocurrido con otros productos tradicionales, el amplio repertorio de recetas que fueron creando con los exiguos productos permitidos durante esa temporada durante varios siglos, monjas y frailes, madres y abuelas, pastores y carreteros –hábiles en el arte de aprovechar al máximo los recursos alimentarios disponibles–, a partir de los recientes estudios sobre nutrición realizados en laboratorios y universidades, ahora sabemos que son los más adecuados para defender nuestro organismo de depresiones, anemias y otras anomalías clínicas que, al brotar la primavera, saturan las consultas médicas.

Potajes de acelgas o de espinacas, con o sin garbanzos, y aquellos platos en que interviene en pequeñas proporciones el bacalao en salazón, ahora sustituibles por preparados de surimi; guisos de patatas, pucheros de legumbres con aromáticos sofritos; platos de verduras y hortalizas de temporada y postres de masas de harina fritos en aceite de oliva, además de reconfortar nuestro ánimo y nuestro bolsillo y defendernos de sensibilizaciones alérgicas, propician la eliminación de líquidos y grasas –con la consabida disminución de tallaje– y de toxinas –que se traduce en un rostro resplandeciente– y nos preparan para lograr un saludable y estimulante bronceado epidérmico y eliminar, sin atentar contra nuestro bienestar, esas lorzas que descubrimos al despojarnos de la ropa de abrigo, en lo que popularmente conocemos como “operación bikini”.

Para tal fin os animo a poner en práctica alguna de las recetas que iré incluyendo en otro de mis blogs (laguisanderailustrada.blogspot.com.es), en donde no sólo encontraréis los textos de mis libros adecuados a cada momento del año sino fragmentos de otros autores (siempre respetando sus derechos) de mi biblioteca particular, y aquí van dos muestras: 




Acelgas esparragás:
Ingredientes para 4-6  raciones:
¨    2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
¨    3 dientes  de ajo medianos, pelados y cortados en láminas
¨    8 almendras
¨    4 tomates rojos pelados (o 1 envase de 400 g);
¨    1 kg de acelgas, lavadas y cortadas muy menudo;
¨    1 ½ cucharaditas de sal
¨    1 cucharadita de pimentón dulce o picante (según gustos)
¨    1 tazas (1/4 de l) de alubias blancas ya cocidas en agua fría con sal y escurridas (o 1 envase de 300 g)
¨    1/2 cucharadita de comino en polvo
¨    1 vasito (1 dl) de miga de pan del día anterior
¨    2-3 cucharadas de vinagre de vino blanco (según gustos)

Dorar sobre fuego medio en una cazuela con el aceite caliente las láminas de ajo y las almendras y, muy escurridos, sacarlas a un mortero.
Agregar al aceite de la cazuela los tomates, cortados en rodajas o aplastados con un tenedor, y 5 min más tarde las acelgas, con el agua que retengan entre sus hojas después de haberlas lavado y cortado con un cuchillo o con tijeras.
Espolvorear la sal y el pimentón, remover  bien y dejar cocer la verdura muy suavemente y con el recipiente tapado durante 20, 10 ó 3 min, según se utilice una olla normal o un modelo tradicional o ultrarrápido de exprés.
Majar en el mortero con  los ajos y las almendras reservadas el comino y la miga de pan empapada en el vinagre hasta lograr una pasta, que diluida con un poco del caldo de la olla se vierte dentro de ésta junto con las alubias ya cocidas, para dejar que todo junto dé un breve hervor (5 min).
Cocina de cuaresma, Ed. Mondadori, 1999. 
© Igone Marrodán





Algunos potajes nuevos
en grandes cantidades á propósito para Comunidades y Asilos

Potaje de garbanzos á la Madrileña 
Cantidades y componentes para cien personas: 30 litros de agua filtrada, 2 kilos y me­dio de garbanzos finos, 5 kilos de patatas, 1 manojo grande de espinacas frescas, medio kilo de cebollas, tres cuartos de kilo de tomates del tiempo, medio litro de aceite bueno, 50 gramos de pimentón, 3 ó 4 ajos regulares, 2 clavos de especia, 2 hojas regulares de laurel, 300 gramos de bacalao y 360 gramos de sal gorda.
Tiempo de cocción: dos horas.
Receta.-Los garbanzos, puestos en remojo diez horas antes con agua templada, se pondrán á cocer con los 30 litros de agua, laurel y clavo de especia en polvo; pasada una hora y media de cocción, se le incorporan las espinacas y las patatas cortadas menudísimamente, continuando la ebullición suavemente.
Mientras, en una sartén, puesta sobre el fuego con el aceite refrito, se fríen, hasta que comiencen á dorarse, las cebollas y los ajos, picados á cuchillo; al comenzar á dorarse, se le incorpora el tomate del tiempo, picado, y luego el pimentón; fríese bien, y se une al potaje con los garbanzos, más la sal correspondiente.
Déjese cocer hasta que todo el conjunto resulte á una cocción fina y acabada; unos diez minutos antes de servirse esta sopa, y retirada ya su ebullición, se le adiciona perejil picado y 6 huevos duros, también picados, muévase un poco á fin de que quede bien incorporado á la sopa, y queda terminada.
Resulta un potaje exquisito.
Ayunos y Abstinencias*, Ed. Alta Fulla, 1982
 © Herederos de Ignasi Domènech Puigcercòs

                               (He mantenido la grafía original del facsímil recogido en esa edición.) 

Espero que con ellas para la penúltima semana de abril no sólo hayáis recuperado vuestro cuerpo sino también vuestro bolsillo, y sin dejar de disfrutar.

* Como nuestro antiguo presidente, Adolfo Suárez, León III se alimentaba básicamente de lácteos y de tortillas que en España –no sé el porqué- llamamos “a la francesa”, pero antes, en la sede vaticana, el papa Alejandro VII ya era un gran aficionado a la ingesta de huevos incluso en Cuaresma. 


lunes, 11 de febrero de 2013

¿ALIMENTOS O VIANDAS?


Tradicionalmente se considera “alimento” toda sustancia que por composición química y características organolépticas va a calmar el hambre, saciar el apetito y aportar los nutrientes necesarios para mantener un buen estado de salud y entendemos por “vianda” esos mismos productos una vez que han sido manipulados o transformados para utilizarlos en cocina, tanto en crudo como en cocido, y no sólo las piezas proteínicas (carnes, pescados y mariscos), como hasta bien avanzado el pasado siglo.

Sensible a los conocimientos derivados de los estudios que se siguen realizando en los laboratorios universitarios y de empresas relacionadas con el sector agroalimentario, en el  código alimentario español se ha ampliado la definición de alimento como  "sustancia natural o transformada que por características, aplicaciones, preparación, composición y estado de conservación puede ser utilizado para la nutrición humana ",  tras reconocer el importante papel en nuestro bienestar de lo que hasta hace poco se consideraba “condimentos” (como hierbas aromáticas y especias, ya incluidas en las últimas ediciones de la pirámide nutricional) y para evitar lagunas legales de otras sustancias, como el chicle y las bebidas que no aportan nutrientes,  considerándose un caso especial los productos dietéticos.

Los alimentos pueden ser de origen vegetal, animal o mineral, y hasta hace poco se clasificaban en cereales, leguminosas o legumbres, tubérculos y rizomas, frutas y verduras, carnes, pescados y mariscos, huevos, leche y derivados, grasas y aceites y azúcares. 

Pero en la actualidad también se clasifican en función de su contenido en nutrientes:
Alimento completo: es aquel que contiene todos los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del individuo, ejemplo: la leche materna en el período lactante y las preparadas de adaptación.
Alimento simple: es aquel que contiene un solo nutriente, ejemplo: agua, aceites.
Alimento incompleto: es aquel alimento que tiene muchos nutrientes, pero que no completan las necesidades humanas, por  ejemplo: frutas, verduras.

Y, además, ante la evolución de las industrias agroalimentarias, también están clasificados según su aptitud:

Alimento apto: es aquel alimento que cumple con las ordenanzas, condiciones y pautas del código alimentario europeo, si bien, además, deben cumplir otras normativas propias de cada estado y sus departamentos.
Alimento alterado: es aquel que modifica sus propiedades organolépticas (olor, color, sabor) por causas fisicoquímicas, como variaciones climáticas o causas biológicas: bacterias, hongos, roedores.
Alimento falsificado: es aquel alimento cuyo envase vende un producto pero su contenido no es el original.
Alimento contaminado: es aquel no apto para el consumo, puesto que sus propiedades organolépticas y nutritivas pueden haber variado por el ingreso de algún  microorganismo y transformándolo en un alimento tóxico.

Además, ahora podemos encontrar en el mercado alimentos:

De primera gama: Todos aquellos que no han sufrido ninguna manipulación, salvo la limpieza y el envasado.
De segunda gama: Las conservas y salazones.
De tercera gama: Los congelados.
De cuarta gama: Verduras y frutas, limpias y envasadas en una atmósfera transformada para prolongar su duración en óptimas condiciones.
De quinta gama: Aquellos que ya han sido cocinados por completo o en parte y se presentan envasados al vacío.

Y ahora también, merced al desarrollo de las diferentes ramas de las ciencias de la alimentación, los alimentos también se clasifican desde el punto de vista funcional en:

Energéticos.- Que nos proporcionan, fundamentalmente, calorías. Se trata de alimentos ricos en hidratos de carbono y grasas. Los hidratos de carbono s e queman en el interior de las células, proporcionándonos cuatro calorías por gramo de peso. Son alimentos energéticos: el aceite, los cereales, las legumbres, los tubérculos, el azúcar…
Plásticos o formadores.- Su misión es la constitución de los músculos y reparación de los tejidos. Los alimentos plásticos por excelencia son los muy ricos en proteínas: los lácteos, las carnes, los huevos, el pescado, los mariscos...
Reguladores.-Pertenecen a este grupo aquellos alimentos ricos en minerales y vitaminas. Su principal función es la de actuar de catalizadores -activan y controlan las otras funciones sin intervenir directamente en ellas. Los alimentos más destacables de entre ellos son las verduras y las frutas, por su alto contenido en vitaminas, minerales y oligoelementos.
Funcionales: Aquellos que se consumen como parte de una dieta habitual que contienen un componente biológicamente activo, nutriente o no, que actúa selectivamente sobre una o varias funciones del organismo para beneficiar la salud y reducir el riesgo de sufrir enfermedades.

Lo que no resulta tan novedoso como nos puede parecer, ya que la idoneidad de la ingesta de ciertos alimentos en función de la temporada y de la dolencia, de la constitución de individuo y de su hábitat, ya estaba recogida en textos sagrados y médicos de milenarias  culturas todavía en vigor, como la hindú o la china -cuya sabiduría se ve paulatinamente confirmada por actuales estudios científicos- y los galenos de la antigua Grecia y Egipto, origen de la medicina actual.  

Pero de eso ya trataremos otro día.