jueves, 6 de marzo de 2014

Sobre vigilias, abstinencias, ayunos, entierros de sardinas y Sus scofra

Ayer finalizó el jolgorio permitido por la iglesia de Roma (es decir, el Estado Pontificio), para amortiguar cuando no difuminar los prístinos festejos con que se intentaba propiciar y/o agradecer la bondad de la madre Naturaleza en la añeja Europa ante la próxima llegada de la Primavera, con el litúrgico “miércoles de Ceniza” –día de ayuno y abstinencia de la ingesta de carne que inaugura el período de siete semanas de penitencia–, con el popular y jocoso “entierro de la sardina”, cómico cortejo cívico heredero del antiguo ritual en que la pieza enterrada era un cerdo, para evitar intoxicaciones alimentarias entre quienes aguzados por el hambre al día siguiente o esa misma noche furtivamente no estaban dispuestas a “derrochar” un cebado gorrino con que pertrechar su maltrecha despensa familiar aunque llevara implícita su condenación eterna o su pena jurídica.
Hay que tener en cuenta que el consumo de viandas cárnicas estaba vetado durante todos los viernes del año así como la víspera de y las festividades –es, decir, todos los sábados y domingos.
Y no hay que olvidar que las legumbres, granos y verduras de la mayoría de los pucheros, ollas y sartenes sólo se veían enriquecidas el resto de los días del calendario con productos del cerdo, no frescos –salvo en la época de la matanza– sino almacenados en salazón, en su propia manteca o en embutidos adobados o ahumados, y con viandas procedentes del corral (principalmente, huevos de gallina, de pato o de oca y los siempre prolíficos conejos), reservándose las aves para determinados festejos cívicos y familiares.
Justo hoy hace una semana, el pasado jueves, al igual que ocurre en las celebraciones en honor al protector de los animales en el santoral católico, en muchos lugares y hogares se recupero la costumbre de realizar platos tradicionales, para compartir entre amigos y familiares o bien por interés turístico, con las distintas partes del cerdo procedentes del matadero, ya que ahora en general está prohibido criar cochinos con los excedentes de recursos domésticos, para despedirse de la ingesta de carne durante los cuarenta días que, a partir del siguiente miércoles (es decir, desde ayer), según los preceptos antiguos estaba prohibida.
En los primeros siglos del cristianismo, se entraba en una cuarentena previa a la primera luna llena de la primavera, cuando para afrontar no sólo una dieta escasa en proteínas –la ingesta de huevos y lácteos también estaba vetada así como el empleo de las grasas de origen animal para cocinar (manteca, mantequilla y sebo)– sino que los cristianos debían someterse a un riguroso ayuno, tal como recogieran en el siglo XVI los PP. JJ. Ripalta y Astete en su Catecismo de la Doctrina Cristiana, cuyo texto debieron memorizar sucesivas generaciones no sólo de españoles hasta el último cuarto del pasado siglo, aunque fueran analfabetos.
Así que raro es el lugar tradicional (provincia, comarca, pueblo u hogar) en donde no se guarde –y ponga en práctica en estas fechas– algunas de las recetas asociadas con esta temporada del calendario eclesiástico gregoriano: potajes de legumbres y hervidos de hortalizas, frituras de pescado y de verduras o frutas en sartén, cuyas recetas podéis encontrar en https://laguisanderailustrada,blogspot.com.esademás de otras curiosidades.  
Al margen de que fuera  cierto o perteneciera a las leyendas rurales que en los conventos y monasterios echaban a acequias y estanques perniles y aves antes de llevarlas a las cocinas no es falso que mientras el vulgo veía acentuados sus sacrificios cotidianos en las mesas de los palacios no sólo episcopales aparecían plateados lucios, truchas y reos o suculentos mariscos incluso en Viernes Santo y entre los refrigerios y colaciones disponían de esa exótica bebida traída del Nuevo Mundo: el humeante chocolate.
Y puesto que ahora ya no es preciso abonar estipendio eclesial alguno en pro de la futura salvación de las ánimas para poder reponer fuerzas corporales con las viandas disponibles o accesibles para cada familia, y como en años anteriores es de esperar el aumento semanal del consumo de pescado –y su correspondiente precio en no pocos hogares, además de centrar mi interés en los distintos productos de la huerta propios de la temporada, de entre las viandas ricas en proteínas que componen nuestra dieta, comenzaré por el Sus scofra,  ese animal imprescindible en las economías domésticas hasta un pasado reciente, en el medio rural (como principal fuente de proteínas durante todo el año, ya fuera en fresco como en salazón, curado al humo o con pimentón y otras especias) y urbano (por toda la rica y variada chacinería, sin olvidar sus apreciadas entrañas y cortes nobles).
¡Buen provecho!