sábado, 9 de febrero de 2013

FEBRERILLO LOCO: TIEMPO DE FUEGOS Y FOGATAS

Con las inclemencias climatológicas del primer decanato de este mes, tal vez no resulta atractiva la excursión hacia los almendrales para ver florecer sus árboles que recomendaba hace unos días, y será preferible quedarse en casa ordenándola ya que no pintándola –como recomendaba Columela, cuyos textos escanearé próximamente en otro blog, del que ya os daré cuenta o junto a radiadores y estufas, si no se dispone de ígneas chimeneas.  

Ya en mi primer post de esta bitácora mencioné la importancia adjudicada desde antiguo en las culturas del hemisferio norte de nuestro planeta para las tareas relacionadas con la limpieza de instalaciones y organismos  –tan sabia como necesaria medida que según parece están dispuestos a desarrollar algunos padres de la patria en nuestras instituciones– en este mes, en el que además de la mencionada festividad de Imbolc en los antiguos pueblos del norte europeo el el día 1 se celebra en el calendario cristiano el día de la Candelaria, y si en aquélla los celtas hacían pasar sus reses entre flamígeras hogueras de corrales y rediles para que quedaran exentas de enfermedades, en ésta aún se celebran y no sólo en el medio rural procesiones dentro y en derredor de los templos con candelas bendecidas que encendidas en los hogares durante las tormentas evitarían la llegada de rayos e inundaciones, de cuyo resultado dependía la supervivencia en aquellas sociedades eminentemente agropecuarias.

Luminarias y fogatas de invierno, cuyo ciclo se inicia a mediados de enero (el día 16) con las hogueras en honor a Antonio Abad, protector de los animales domésticos –antaño proveedores de alimento y fuerza “de sangre” para su producción y transporte y ahora considerados mascotas– y quien, según su hagiografía,  cual Prometeo canonizado, volviera del infierno tras recuperar el cochinillo que le habían robado los demonios con el fuego encendido en sus vísceras, cuyas llamas, además de intentar calentar la tierra aún fría por la debilidad solar es un excelente y radical purificador, cuando no se habían inventado o desarrollado otros métodos profilácticos ni desinfectantes contra la podredumbre social*.

Y difícilmente sin fuego se podrían cocer en el horno –aunque ahora se disponga de eléctricos– los roscos y panecillos, herederos de los que griegos y romanos ofrecían en sus templos a sus divinidades, que una vez bendecidos el día 3, en honor de Blas de Sebaste –el armenio que fuera médico, eremita y obispo antes de mártir en el siglo IV–, protector contra las enfermedades de la garganta, importante papel para la supervivencia de la población cuando el absentismo laboral de algún miembro de la familia o de la comunidad por problemas respiratorios alteraba el buen resultado de cosechas y la prosperidad de los rebaños.

Del mantenimiento del fuego del horno comunal o del fogón doméstico se encargaban las mujeres, que desde hace siglos el día 5 celebran  la memoria  de la protectora del sexo femenino (especialmente de las enfermeras y de las madres que dan de mamar), por sus funciones nutricia, sanadora y de organización del ámbito familiar, Águeda de Catania, la hija de un senador romano que fuera arrojada y revolcada sobre carbones ardientes hasta su muerte tras haberle arrancada sus virginales pechos, y en esa fecha en muchos de nuestros pueblos y villas (no sólo en Zamarramala) tradicionalmente se altera el orden habitual y abuelas, madres e hijas abandonan pucheros y otras tareas domésticas e incluso laborales, para disfrutar con sus congéneres de comidas, cenas y paseos nocturnos con rondallas y coros, como herederas de las culturas matriarcales anteriores al siglo III.

Brigitt, Brighid o Bridgid (que el cristianismo fagocito como Sta. Brígida, inventora de una variedad de cerveza irlandesa, según algunos autores), la Calendaria (en honor de la madre de Cristo) y Águeda, festividades que junto con la del sanador Blas, se homenajean en la primera semana lunar de febrero según el calendario gregoriano, y es la Luna y no el Sol el astro que cumple un papel definitivo en la datación del ya iniciado Carnaval.

Pero de los ágapes y ayunos propios de estas fechas, ya trataremos en otra próxima ocasión, pues de momento os deseo que disfrutéis, con vuestro ropaje habitual o con creativas vestimentas, del vivificador caos cívico para alterar u olvidar el triste panorama social.

¡Aupemos el ánimo y avivemos la curiosidad!