miércoles, 24 de abril de 2013

ANCHOAS DEL CANTÁBRICO: PLATA DE PRIMAVERA


Ya ha comenzado la campaña de la anchoa en el Cantábrico, y este año –una vez recuperada esta especie promete ser satisfactoria, tanto para los pescadores, que sólo tienen que desplazarse unas millas de sus puertos para volver a su hogar con las redes repletas, como para los consumidores, ya que la abundancia de un producto se traduce en una notable bajada de precio.



Al igual que hasta hace pocos años ocurría en tierra –cuando los cultivos seguían la pauta marcada por la Madre Naturaleza–, los productos del mar  mantienen su ciclo vital que les conducen hasta aquellos captores respetuosos con el medio ambiente mucho antes de que se primara esta característica de los proveedores de nuestras mesas en sus métodos de producción o de recolección.

A partir de finales de abril o principios de mayo, cuando los bancos de voraces verdeles -también conocidos como caballas- han desaparecido de la superficie marina del Cantábrico, desde los promontorios que bordean las costas del golfo de Vizcaya es posible apreciar diariamente un hermoso espectáculo que la naturaleza nos brinda con los rayos oblicuos del vivificador sol: cómo se extiende bajo la superficie del agua un luminoso manto de tonalidades plateadas o rojizas que delata la tumultuosa presencia de unos pequeños peces que en primavera y verano suben para reproducirse a la superficie desde las profundidades –se supone que en torno a los 100 metros en que viven: las anchoas.

Y ha llegado el momento en que las tripulaciones de los barcos de bajura de los puertos vascos preparan sus artes dispuestos a  salir para capturar tan preciado alimento mientras dure la campaña, que no sólo altera la dieta habitual de los hogares españoles sino gran parte del entramado social de las zonas costeras inmunes a las modas y eventos turísticos.



Y es que por el momento no contamos con piscifactorías dedicadas a la cría de anchoas, tal vez por el actual desconocimiento de su peculiar régimen de vida -aún no se sabe con certeza si este sabroso pez con escamas de color gris azulado es migratorio ni por dónde se desplaza a lo largo de las costas- o por disponer de ellas durante todo el año merced a una arraigada industria conservera, base imprescindible de la economía de muchos de los puertos que  jalonan  la costa cantábrica donde hasta bien entrado el siglo pasado, cuando no se disponía de todos los modernos sistemas  actuales para detectar los bancos de anchoa, mientras duraba la campaña era habitual que cada cofradía destacase a un vigía  provisto del mejor catalejo al más alto promontorio de la costa para que informase mediante un ancestral y práctico sistema a quienes esperaban en el puerto si debían dirigir sus barcas hacia Francia o hacia Galicia, pues según en donde apreciaba  la luminosa ardora que la acumulación de los plateados lomos formaba bajo el oleaje marino, se encendía en determinado lugar previamente acordado de la misma atalaya un fuego visible desde el pueblo que indicaba a los pescadores hacia donde tenían que salir a su encuentro, ritual que pocas fechas después se realizaba en los pueblos pesqueros de Cantabria y Asturias para finalizar en la costa de la Muerte Gallega, donde despedían  los ejemplares supervivientes para que mantuvieran la especie, ya que los pescadores portugueses prefieren abastecerse en los caladeros del Atlántico meridional.

Anchoa, anxova, anxove, aladroc, bocareu, bocarte, albocartia, sardineta o, el más extendido, boquerón, entre otros, son distintos nombres que recibe en nuestro país el mismo pez, el Engraulis encrasicholus, aunque hay quienes, según lo especificado en el Diccionario de la Academia Española, reservan el término “anchoa” para los pescados sometidos a un proceso que prolongue su conservación lo que ya interesaba a los antiguos romanos y alguno de los otros para las piezas frescas o para las marinadas en vinagre.

Para asegurar la supervivencia de su especie,  estos sabios pececillos no sólo han sabido adoptar la tonalidad oscura en el lomo de su piel y la plateada en su vientre para camuflar su presencia a los depredadores marinos, que los confunden con el fondo si nadan por encima y con la luz  de la superficie sin pasan por debajo, sino que resultan ser hermafroditas para poder cumplir la función de ambos sexos cuando la continuación de la especie lo precisa.



Apreciados por franceses e italianos, así como por turcos, ingleses y alemanes, estos pequeños pescados que no superan los 17 cm, de cuerpo comprimido, vientre plateado y dorso verde intenso o azul grisáceo, que se mueve en bancos más o menos numerosos, tienen una carne de sabor fuerte y aromático, y ya fuera por el placer que tan preciado pescado proporciona en la mesa o por sus virtudes alimenticias, contrastadas de modo pragmático mucho antes de que se extendiera la actual práctica de analizar en laboratorio los efectos de cada alimento que compone nuestra dieta, desde hace siglos nuestros antepasados han estado aplicando diferentes métodos para prolongar la disponibilidad de anchoas en nuestras despensas, ya sea conservándolas en aceite en un principio, de oliva, saludable técnica que las industrias del ramo ya están empezando a recuperar– o en salmuera, además de secadas al saludable aire de las montañas o al humo de nobles maderas.

No quiero omitir que en  las mesas de la península Ibérica contamos con dos subespecies de estos mismos pescados, según habiten en el Mediterráneo o en el Cantábrico y el Atlántico, muy similares de apariencia pero fáciles de diferenciar por los consumidores habituales de cada variedad, no sólo a simple vista sino también en el sabor, debido a la diferente composición del placton del que se alimentan y de otras peculiares características de las aguas de su hábitat, como la temperatura o el porcentaje de salinidad y de oxigenación de cada mar.

Pero en esta ocasión prefiero centrar la atención en las que ahora se capturan en el Cantábrico, primero en los puertos guipuzcoanos que tradicionalmente siempre han abastecido de pescado fresco a los mercados navarros, riojanos, burgaleses y zaragozanos y vizcaínos, para avanzar de modo escalonado desde Cantabria en agosto y septiembre para satisfacer gran parte de las necesidades conserveras hasta que cuando parece llegar el otoño salen los barcos asturianos en busca de “hombrinos”, que es como denominan en el Principado a los boquerones. 



Escaldadas en sidra, en txakolí, en vino blanco o en agua y aderezadas con un sofrito de ajos y guindilla; rellenas de jamón, de alguno de los quesos autóctonos, con pasta de aceitunas verdes o negras o de setas, de pimiento rojo del piquillo o de otras verduras procedentes de las fértiles huertas de la Ribera del Ebro, pasadas por harina y huevo y doradas en aceite de oliva o como protagonistas de distintas tostas y canapés y base de numerosos pinchos y banderillas expuestos no sólo en las barras de tabernas, bares y mesones sino en muchas bitácoras y otros medios de comunicación, además de los sabrosos guisos que con ellas continúan preparando en sus hogares las etxekoandres (amas de casa) y en las sociedades gastronómicas los varones, las anchoas frescas del Cantábrico son el ingrediente principal de numerosas recetas, como en tortilla, en cazuela, fritas o marinadas, así que no es de extrañar que desde antaño nuestros antepasados supieran imaginar cómo prolongar su disponibilidad en nuestra dieta durante el resto del año, si bien la diversidad de esos métodos merece otro artículo.



APOTECA:  
Siguiendo las recomendaciones de Hipócrates, de que los alimentos sean la base del bienestar y buen funcionamiento de nuestro organismo, para vuestra comodidad iré explicando en esta sección las virtudes nutricionales de los ingredientes que componen nuestra dieta:

Con alto valor protéico y muy ricas y del muy apreciado por sus efectos cardiosaludables tipo omega-3, que no se pierde por el escaso tiempo de cocción que precisan por su pequeño tamaño, el consumo de anchoas o boquerones frescos nos aporta:

Ø  Hierro, para trasportar el oxígeno a las células de nuestro organismo.
Ø  Sodio, imprescindible para matnener el equilibrio de agua en el organismo y permitir las contracciones musculares y los influjos nerviosos.
Ø  Potasio, que controla la humedad celular, las contracciones musculares y el ritmo cardíaco.
Ø  Calcio y fósforo, fundamentales  para el mantenimiento de huesos y cerebro y, en feliz compañía, para regular la coagulación de la sangre.
Ø  Yodo, oligoelemento que estabiliza el buen funcionamiento de la glándula tiroides y el óptimo estado de piel, cabello, uñas  y otros tegumentos.
Ø  Y vitaminas A y de la familia B,  que estabilizan el sistema nervioso y contrarrestan el estrés.

Y si los antiguos ya conocían sus beneficios, ahora también sabemos que el consumo regular de anchoas evita la formación de plaquetas en el interior de los vasos sanguíneos y que, con escasos hidratos de carbono y muy pocas calorías, nos ayuda a disminuir en nuestro organismo el denostado colesterol  LDL  y aumenta el del beneficioso HDL.



Y, sin que sirva de precedente, aquí os incluyo un par de recetas tan fáciles como sabrosas que recuerdo de mi infancia:


ANCHOAS EN ACEITE Y VINAGRE
Si sobrase parte de esta preparación, se puede utilizar para la realización de tortillas, canapés, bocadillos y otros emparedados o incluir en ensaladas y macedonias.
Ingredientes:

  • 1 kg de anchoas muy frescas
  •  2 tazas (1/2 l) de agua
  • 1 hojita de laurel (optativo)
  • 2 cucharadas soperas de aceite de oliva virgen extra
  • 3 dientes de ajo, pelados y partidos a lo largo por la mitad
  • 1 cucharada sopera de vinagre de vino blanco o de jerez
Disponer en un cazo las anchoas –que si están enteras por ser muy frescas no precisan ser desespinadas ni evisceradas- con el agua y el laurel –si se gusta– sobre fuego muy suave.

Cuando rompa a hervir, retirar del calor y dejar reposar los pescados 3 min con el recipiente tapado antes de pasarlos muy escurridos a una fuente, para dejar templar.

Retirarles las cabezas y espinas, para obtener limpios los filetes y depositarlos en el recipiente en que se llevarán a la mesa.

En el último momento, calentar sobre fuego suave en una sartén el aceite con los dientes de ajo; cuando éstos  empiecen a cambiar de color, retirar del calor, añadir el vinagre y verter sobre las anchoas para comer a continuación.

BOQUERONES EN CAZUELA
Ingredientes para 4-6 raciones:

  •        1 kg de boquerones
  •         2 cebollas grandes, peladas y picadas muy menudo
  •        4 dientes de ajo medianos, pelados y prensados o picados muy menudo  
  •        2 cucharadas de perejil fresco picado muy fino
  •        1 cucharadita de postre de sal
  •        1 cucharadita de pimentón dulce o picante (o de ambos mezclados)
  •        3 cucharadas de aceite de oliva virgen extra

Limpiar los boquerones de vísceras y espinas* y sazonarlos con la mitad de la sal.

En un bol amplio o ensaladera poner los demás ingredientes, salvo el aceite,  y mezclarlos bien.

Embadurnar el fondo de una cazuela amplia y baja (de barro o con fondo difusor del calor) con 1  cucharada de aceite de oliva y tapizarlo con la tercera parte del contenido del bol.

Distribuir encima extendidos la mitad de los boquerones, taparlos con otra tercera parte de la mezcla  y rociar con otra cucharada de aceite.

Repartir sobre esto los pescados restantes, cubrirlos con el resto de hortalizas aderezadas y regar todo con el aceite que queda.

Cubrir la cazuela con una tapadera o, en su defecto, con una lámina de papel de aluminio, y dejar cocer sobre fuego suave 5 min, antes de mantener el recipiente cubierto otros 5 min retirado del calor.

* Para retirar las cabezas y las vísceras a los pescados pequeños, basta con sujetar en el hueco del puño de una mano el cuerpo de la pieza que se va a limpiar con su vientre hacia el nuestro y, presionándole ligeramente entre el índice y el pulgar de la otra mano por el cogote, tirar suavemente de la cabeza del animal, que al desprenderse llevará unidas a ella  todas las entrañas del ejemplar.
Si también se desea retirar la espina central, hay que prolongar la abertura del vientre hasta la cola caudal, haciendo una sencilla presión con los dedos,  para separar de la raspa la carne de un lateral primero y después la del otro y finalmente retirar el esqueleto del pescado.


¡Qué aproveche!