Princesas
de las cobras, reinas de las anguilas,
señoras de las tortugas y enemigas de los trasgos que habitaban en las
rústicas cocinas bajas de la
Galicia interior –según un entrañable cuento de Gonzalo
Bouza-Brey Villar, recogido en la edición de su Obra completa, Eds. do Castro, 2002–, o nietas del
divino Ares, al descender de su hija Lampeda, reina de las amazonas –para la
mitología griega-, las lampreas, esos inquietantes peces –ya que viven en el
agua, respiran por branquias y se reproducen por huevos– que han sabido
adaptarse a los cambios sufridos por nuestro paciente planeta a lo largo de
milenios y que en los albores de la
Grecia clásica conocían como “chupapiedras” (petromyzon, del que deriva el nombre
latino lampetra), de enero a abril
caen en las peculiares trampas de red popularmente conocidas como “pesqueiras”
en el curso de los ríos gallegos de la vertiente atlántica, para satisfacer el
goloso apetito de los amantes de su peculiar carne.
Su carne oscura y de peculiar
sabor, estimada por gourmets y gourmands en la cultura grecorromana, con un alto
contenido en vitaminas B1, B2 y pro-vitaminas A y D,
aporta a nuestro organismo potasio, hierro, zinc y yodo y proteínas de
excelente calidad, como bien debían conocer en el obispado de Puy a mediados
del siglo XII, que disfrutaba de los
beneficios de la explotación de las
pesquerías de la ribera del Miño y en cuyos archivos aún se guardan ingeniosas recetas
que paulatinamente van recuperando los jóvenes cocineros para guisar estos
pescados que en algunos estudiosos de la sociedad inglesa del XVIII clasificaban como “reptiles acuáticos” y que, según los
reportajes de General Geographic, al igual que las mastodónticas ballenas y otros
arcaicos animales acuáticos, emiten un singular sonido cuando están el alta mar.
De piel
lisa carente de escamas, que en los ejemplares maduros alcanzan el metro de
longitud, las lampreas llevan un régimen de vida singular: las hembras
depositan miles de huevos esféricos en los nidos poco profundos que han
realizado en el fondo fluvial con la ayuda de los machos –y que mueren tras realizar
la fecundación–, para a continuación sacudir la arena con el fin de que los
diminutos corpúsculos que albergan sus vástagos se afiancen en los granos.
Al cabo de
un par de semanas, salen las larvas, ciegas y con una franja de diminutas
barbas en torno a su boca que les servirán de filtro para alimentarse de las
formas de vida microscópicas que se encuentran en el cieno, donde permanecen
hundidas durante varios años hasta alcanzar los 10 cm , cuando ya presentan un
aspecto parecido al de sus padres, con sus aletas dorsales y caudal y los siete
pares de orificios branquiales tras la cabeza en los laterales del lomo, pero
sin ojos ni la característica boca succionadora, que cuando son adultos (difícilmente alcanzan 1,5 m de longitud)
presenta semejante aspecto.
Tras haber
terminado su peculiar metamorfosis –que confundiera a los antiguos zoólogos,
que creían estudiar diferentes especies–, en el siguiente otoño las jóvenes
lampreas se desplazan al mar, donde permanecen durante tres años, hasta
alcanzar la madurez sexual, cuando regresan a sus ríos de origen para desovar,
surcando las rápidas corrientes con la ayuda de su ventosa bucal, muchas veces
hincada en otros peces, como reos y salmones, de cuya sangre también se
alimentan, y para morir como mucho a los tres meses de haber cumplido el
sagrado deber de su función reproductora, si bien hay quien considera que el
cuerpo de las que no han sido capturadas por el hombre sirve de alimento a sus
voraces larvas, ya que algunas han sido filmadas devorando los restos de una
ballena muerta por reporteros naturalistas, si bien parece ser infundada la
leyenda de que en la época romana fueran engordadas en las piscifactorías de
los patricios con la carne de díscolos esclavos, como hicieran las morenas.
Presente
en las aguas desde épocas arcaicas, las lampreas han logrado mantener su
especie con pocas transformaciones, si bien algunas variedades han sabido
adaptarse a los cambios del medio, como aquellas que en la actualidad viven en
grandes lagos del hemisferio norte –por ejemplo, el Ontario– al cerrarse su
natural salida de aguas al océano, pero resultan mucho más sabrosas las que podemos
disfrutar en las cocinas gallegas, ya sea en fresco durante su breve temporada
(actualmente prolongada, por las técnicas de conservación), cocinadas con ajo y
pimienta –como las anguilas levantinas– o aderezada con profusión de especias
–al modo de la imperial Roma–, en su
propia sangre y vino tinto –al estilo bordelés (gracias a la fusión guisandera
propiciada por la ruta jacobea y los cocinarios de los conventos y monasterios cistercienses,
benedictinos o agustinos) –, en una peculiar salsa verde de mantequilla y
ortigas –reminiscencias celtas– o en exquisitas empanadas, o durante todo el
año, como un fiambre que secadas al humo una vez evisceradas, para consumirlas
rellenas con una farsa aglutinada con huevo o en finas láminas suavizadas con
un hilillo de aceite de oliva virgen extra, que introdujeran en Galicia las
legiones latinas: lampreas secas.
Tras haber sido desprovistas de la cabeza, el
hígado, el tubo digestivo y la médula albergada en su cartilaginosa espina
central, las excedentes de cada temporada vienen siendo tradicionalmente
secadas y ahumadas para realizar una curiosa
preparación cuyos desconocedores consideran propia de la cocina de
autor: sometidas a remojo durante 8 horas y bien lavadas para eliminar
cualquier resto de limo, se extiende cada pieza abierta como un libro para
cubrirla con lonchas de jamón y huevos duros y se enrolla el pescado y se ata
fuertemente para, recompuesta su forma cilíndrica, cocerla 60 min en agua fría
con cebolla, laurel y una punta de jamón con su tocino, antes de bien
escurrida, cortar la pieza en finas láminas como exquisito fiambre, que se
presenta frío con berza o grelos cocidos, o incluirla en potes con carnes de
ternera y chorizos de puerco, para los
días de fiesta mayor.
En la actualidad, los restaurantes de la parte
occidental de Galicia –y no sólo los de las
localidades situadas en las riberas del Miño, del Ulla, del Tambre, del Lérez,
del Umia y del Mero– ofrecen de finales de enero hasta abril ingeniosas preparaciones con
estos pescados: delicados arroces y platos de habitas o guisantes,
reconfortantes consomés, refrescantes ensaladas y templados escabeches, además
de investigar sobre técnicas de cocción prolongada a baja temperatura y otros
rellenos de sabor más atenuado para aplicar a las lampreas secas y cómo tratar
el sabroso y nutritivo hígado de estos peces que acumulan en sus carnes todos
los nutrientes de aquellas especies con cuya sangre se han alimentado y
crecido, razón por la que su consumo está especialmente indicado para quienes
son propensos a sufrir anemias y sólo vetado a quienes alberga un elevado
índice de ácido úrico o padecen gota –anomalías históricamente asociadas con
reyes y príncipes de la iglesia, y a causa de cuya indigestión al parecer
falleció el voraz Enrique I de Inglaterra.
Y ya que no es fácil encontrar lampreas ni en
las orillas del Támesis, del Tíber o del Po ni en las piscinas que en los
asentamientos romanos en las márgenes del Guadiana o del Ebro construyeran los
emuladores de Tiberio –gran aficionado a su degustación, según Estrabón–, habrá que
acercarse al Concejo de Arbo para disfrutar de tan sabias creaciones
culinarias, excelente remedio para evitar astenias primaverales tanto físicas y
mentales, y aumentar el placer con la lectura de los ingeniosos relatos
fabulados de Álvaro Cunqueiro sobre tan mitificada “serpiente de mar”.
¿Quién se anima a probar su carne, con alguna
de las recetas que en breve incluiré en “laguisanderailustrada.blogspot.com”,
ya que quien la conoce, repite?
Me gustan mucho tus entradas. Tal vez te apetezca leer las mías sobre las lampreas. Es un viaje a tres ríos lampreeiros. Escribo en un blog, 7Pecados Capitales, junto con otras seis amigas. Yo soy Lady Gula, ya imaginarás porqué. Mis entradas son los sábados. He publicado tres entradas sobre este peculiar animal. te pongo los enlaces,por si quieres echar una ojeadilla:
ResponderEliminarhttp://7pecados-capitales.blogspot.com.es/2013/02/un-viaje-por-los-rios-de-la-lamprea-i.html
http://7pecados-capitales.blogspot.com.es/2013/02/un-viaje-por-los-rios-de-la-lamprea-ii.html
http://7pecados-capitales.blogspot.com.es/2013/03/un-viaje-por-los-rios-de-la-lamprea-y.html