Con este fin, he
elegido “liceo” para su nombre –en homenaje a la escuela peripatética de
Aristóteles, quien también centró su atención sobre las fuentes de energía del
ser humano–, entendiendo por “viandas” todos aquellos productos que, extraídos
del medio natural o producidos por el hombre merced al desarrollo tanto de la
pesca y de la caza como de la agricultura y de la ganadería, desde antaño
siguen sirviendo de alimento a las personas, base ineludible para su bienestar.
Mucho ha
cambiado el panorama desde que los homínidos buscaban desesperadamente algo
para llevarse a la boca con que saciar su hambre hasta el momento actual, en
que al poder elegir y manipular las materias primas de la propia despensa, y en el transcurso de milenios los
habitantes de cada región han sabido elaborar a lo largo de los siglos las
bases de su peculiar gastronomía, con sabias elaboraciones contrastadas por la
práctica, cuya coherencia está siendo
paulatinamente reconocida por los estudiosos y amantes del buen comer, ya que
hábilmente se tenía en cuenta el máximo aprovechamiento de los alimentos
recolectados o criados, la grasa y condimentos utilizados en su elaboración y
el combustible disponible para su cocción, ya que, como reza el título de la
obra de Faustino Cordón » (Ed. Tusquets,
Barcelona, 1980), Cocinar hizo al hombre.
En esta bitácora quiero pasar
revista a cereales y legumbres, verduras y hortalizas, frutas y condimentos,
carnes de ganados y caza, pescados y mariscos, productos lácteos y huevos,
además de las grasas utilizadas para cocinar, y cómo para asegurarse su sustento los diferentes pueblos han venido construyendo mitos y leyendas para asegurar los hábitos adecuados de alimentación para sus descendientes.
Y nada mejor que inaugurarlo que el inicio de febrero, mes que antaño era el apropiado para limpiar el hogar, los
aperos de labranza, corrales y cuadras, tanto en tierra como en las riberas de
ríos y mares, aprovechando que la naturaleza comenzaba a bostezar,
desperezándose de los rigores invernales, cuando los habitantes del hemisferio norte
de nuestro maltrecho planeta se preparaban para afrontar el nuevo ciclo solar con ritos de limpieza y purificación para eliminar telarañas del pasado e
iluminar el brumoso cuando no oscuro futuro, que tal vez no estaría de más
recobrar.
No es de extrañar que tanto los
celtas como los pueblos del entorno mediterráneo celebrasen los primeros días
con festivales agrarios a sus divinidades femeninas.
En los territorios del norte europeo
y sus islas, tal día como hoy celebraban el Imbolc o Ambiwolka en honor a Briganti, Brigit o Brigíd, la diosa
madre sanadora y protectora de las mujeres jóvenes, los rebaños y los bardos y la
ancestral portadora de luz que va cobrando fuerza cada día conforme el
vivificador Sol va acentuando su fuerza: se consagraban los pozos sagrados y se
encendían hogueras en colinas y poblados
y mientras los hombres construían pequeñas muñecas de paja para que las mujeres
las guardaran hasta el siguiente año cerca del fuego del hogar ellas realizaban
velones protectores contra las tempestades con grasa animal.
También en este mes se rendía pleitesía
a la suprema diosa Hera/Deméter, para propiciar la vuelta a sus brazos de su
amadísima hija desde el mundo infernal de su esposo, sobre cuyos ritos
propiciatorios espero explayarme mañana.
¡Buen provecho y viva curiosidad!
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